Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de ésta una cosa vergonzosa.

Gilles Deleuze,
Nietzsche y la filosofía

sábado, 24 de abril de 2010

¿Conviene engañar al pueblo por su propio bien? - o el pueblo no tiene ningún derecho a la verdad política como tampoco a poseer grandes patrimonios.


En su primer capítulo, el Autor reflexiona como filósofo sobre la naturaleza del alma y sobre las cualidades que la inducen a mentir. Entiende el Autor que el alma es como un espejo o espéculo plano-cilíndrico; que Dios todopoderoso hizo el lado plano de ese espejo y que después el Diablo hizo el otro lado, que tiene forma cilíndrica. Que el lado plano representa los objetos al natural y tal como son de verdad; mientras que el lado cilíndrico debe necesariamente, a tenor de las normas de la Catóptrica, representar como falsos los objetos verdaderos y como verdaderos los falsos; que al ser el cilindro mucho más ancho refleja y recoge en su superficie un mayor número de rayos visuales; y que, por consiguiente, todo el arte y el éxito de la mentira política depende del lado cilíndrico del alma. El Autor reflexiona, en este mismo capítulo, sobre las cualidades del espíritu; por ejemplo, sobre su particular querencia por lo malicioso y lo maravilloso. La querencia del alma por la malicia es un efecto del amor propio, o del placer que nos produce encontrar hombres más ruines, cobardes, despreciables y desgraciados que nosotros mismos. La pasión que nos arrastra hacia lo maravilloso procede, por su parte, de la inactividad del alma o de su incapacidad para ser conmovida por las cosas ordinarias o vulgares y así disfrutar de ellas.

Tras señalar las cualidades del espíritu sobre las que se basa su Arte, el Autor trata en el segundo capítulo de la naturaleza de la mentira política, que define como sigue: la mentira política, dice, es el Arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables y hacerlo a buen fin. Lo denomina Arte para distinguirlo así de la acción de decir la verdad, para la cual al parecer no se precisa de ningún arte. Pero, aceptada esa definición, la misma sólo se refiere a la invención ya que, en efecto, se requiere más arte para convencer al pueblo de una verdad saludable que para hacer creer y aceptar una falsedad saludable. [...]

El Autor dedica todo el undécimo capítulo a una sola cuestión: saber si una mentira se contrarresta mejor con una verdad o con otra mentira. Dice que, considerando la amplitud de la superficie cilíndrica del alma y la gran querencia que tienen todos los hombres de nuestra época en creerse las mentiras, está convencido que la mejor manera de destruir una mentira consiste en oponerle otra. Por ejemplo, si alguien os dice que el Pretendiente está en Londres, no se rebatirá esta mentira diciendo que nunca ha estado en Inglaterra, sino que, recurriendo a testigos oculares, probará que no pasó de Greenwich y que desde ahí dio marcha atrás. Si se difunde el rumor que un gran hombre murió por esta o aquella enfermedad, no replicará diciendo la verdad, asegurando que goza de buena salud, sino que dirá solamente que aún está convaleciente. Así, a caballero que hace poco sostenía que se había firmado el 15 de septiembre un tratado con Francia para introducir la esclavitud y restablecer el papismo en Inglaterra, otro no menos hábil le respondío muy juiciosamente, no oponiendo la verdad a su mentira, argumentando que semejante tratado jamás se suscitó, sino diciendo que sabía de buena mano que ese Tratado contenía varios artículos aún pendientes de acuerdo.


Jonathan Swift (1667-1745) o John Arbuthnot (1667-1735), El arte de la mentira política (1712 ó1733).

2 comentarios:

Vicente dijo...

Yo no pienso que la mejor forma para refutar una mentira sea decir otra mentira. Lo primero que habría que hacer a la persona que miente sería pedirle argumentos que verifiquen que lo que está diciendo es verdad, y si sigue mintiendo inventándose argumentos, habría que contestarle diciéndole la verdad apoyándola con argumentos.

Elías dijo...

Tal vez no exista ni mentira ni verdad, que todo sea relativo, según desde el prisma que se mire,
para unos una cosa será gris y para otras la misma cosa será rosa. De todos modos tendríamos que tener la suficiente intuición para entender si algo es mentira o verdad, y no dejarnos engañar , actuando en consecuencia, sobre todo en temas políticos.

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