Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de ésta una cosa vergonzosa.

Gilles Deleuze,
Nietzsche y la filosofía

lunes, 26 de abril de 2010

PARADOJA COGITO


La Paradoja Cogito es como un abismo insondable, aunque a primera vista sólo resulte divertida. El primero en descubrirla fue Alan Turing, un matemático inglés del siglo pasado. Según su teoría, las máquinas de comportamiento humano no se distinguen del hombre en el aspecto psíquico; por consiguiente, no tenemos derecho a negar que la máquina capaz de conversar con el hombre posea conciencia. Si consideramos que otras personas son conscientes es porque nosotros mismos lo somos. Si no tuviéramos vivencias correspondientes no sabríamos imaginar nada parecido.
Sin embargo, en el transcurso de la evolución maquinaria se descubrió que la construcción de inteligencias irreflexivas era factible: dispone de ella, por ejemplo, el programa corriente del juego de ajedrez que, como se sabe, “no comprende nada”, “le da lo mismo” ganar o perder la partida y que, en breves palabras, inconscientemente, pero con lógica, bate a su contrincante, el hombre. Pero hay más todavía: sabemos que un ordenador primitivo y, sin duda alguna, “falto de alma”, que está programado para dirigir sesiones de psicoterapia y hace al paciente adecuadas preguntas de carácter íntimo para establecer el diagnóstico y el tratamiento conforme a las contestaciones, da a sus interlocutores, hombres, la sobrecogedora impresión de ser una persona que vive y siente. La impresión es tan intensa, que a veces embarga incluso al mismo programador, es decir, a un profesional, perfectamente enterado de que en su ordenador hay tanta alma como en un tocadiscos. En todo caso, el programador puede dominar la situación y aislarse de la creciente ilusión de estar en contacto con un ser consciente formulando preguntas o contestaciones que la máquina no puede digerir a causa de la limitación del programa.
Siguiendo este derrotero, la cibernética se encaminó hacia la ampliación y perfeccionamiento de las programaciones, lo cual, en consecuencia, dificultaba cada vez más el acto de “quitar el antifaz”, quiero decir, de patentizar la ausencia de pensamiento en los dispositivos “parlantes”, que despierta en el hombre un impulso de proyección involuntaria provocada por la acostumbrada creencia de que, si alguien reacciona con sentido a nuestras palabras y nos dirige frases sensatas, “tiene que estar dotado por fuerza de un raciocinio consciente”.
La Paradoja Cogito se nos reveló en la bitística de una manera sorprendente y llena de ironía: ¡representaba la duda que las máquinas tenían acerca de la facultad de pensar de los hombres! La situación adquirió de pronto una perfecta simetría bilateral. Nosotros no llegamos a estar totalmente convencidos (por falta de pruebas) de que la máquina piensa y tiene vivencias psíquicas, puesto que siempre nos queda la sospecha de que se trata de simulaciones, exteriormente perfectas pero interiormente vacías y desprovistas de “alma”.
Las máquinas, a su vez, no son capaces de conseguir una prueba de que nosotros, sus “partners”, pensamos conscientemente... como ellas. Ninguna de las dos partes sabe qué clase de sensaciones define la otra con el término “conciencia”.



4 comentarios:

Elías dijo...

Yo creo que las máquinas pueden simular que piensan, teniendo como base que funcionan a través de algoritmos ,realizan cálculos pero no son inteligentes,como mucho las máquinas son capaces de llegar a sus propias conclusiones basandose simplemente en una simulación de lo que sería el pensamiento humano, queda mucho todavía para que una máquina pueda tener el ingenio o la originalidad de un humano.

Raúl Asencio dijo...

Buenas a todos;
Para comenzar, he de decir respecto al comentario de Elías es cierto que los ordenadores pueden aparentar que razonan, y aunque lo hagan de manera sistemática de alguna manera se les puede llamar "inteligentes", puede ser que el significado del término haya variado, pero ¿acaso no hay expresiones como "Inteligencia Artificial"? Claro está que esta inteligencia está limitada a aspectos concretos y formados como Elías ha dicho por funciones, algoritmos y ecuaciones matemáticas.
Por supuesto estoy de acuerdo con posición en cuanto a que una máquina no puede alcanzar la capacidad de abstracción y creativa de una mente humana y me serviré de un experimento realizado por el filósofo estadounidense Jonh Searle conocido como "La habitación china", en el cual una persona encerrado en una habitación recibe mensajes en chino por una ranura y los devuelve por otra, dicha persona no entiende el mensaje pero es probable que un observador exterior sí. Searle con esto pretende demostrar que un ordenador puede procesar caracteres pero que en ningún caso los comprende.

Lorena Corrales dijo...

Estoy de acuerdo con Raúl. A las máquinas se les puede llamar de cierta manera "inteligentes", pero esta inteligencia está establecida a aspectos determinados, ya que una máquina puede manipular símbolos, pero nunca podrá comprender lo que hace, ni alcanzar una capacidad creativa ya que es incapaz de tener conciencia, a diferencia de los humanos.
En el experimento que Searle plantea, podemos observar que la mente humana no funciona como un programa de ordenador, ni un programa de ordenador puede ser una mente, ya que la lógica usada por los ordenadores simplemente opera con símbolos sin comprender el verdadero contenido, un proceso completamente distinto al que ocurre en los seres humanos.

Blanca María Gómez dijo...

Estoy de acuerdo con todos. Una máquina solo recibe ordenes y las ejecuta, algo así como "La habitación china" de Searle. Según él, los ordenadores jamás podrán imitar la capacidad creativa de los humanos porque no comprenden los procesos que llevan a cabo. Las máquinas pueden manipular símbolos, pero no podrán comprender lo que hacen.

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