Cuando alguien pregunta para qué sirve la filosofía, la respuesta debe ser agresiva, ya que la pregunta se tiene por irónica y mordaz. La filosofía no sirve ni al Estado ni a la Iglesia, que tienen otras preocupaciones. No sirve a ningún poder establecido. La filosofía sirve para entristecer. Una filosofía que no entristece o no contraría a nadie no es una filosofía. Sirve para detestar la estupidez, hace de ésta una cosa vergonzosa.

Gilles Deleuze,
Nietzsche y la filosofía

miércoles, 9 de junio de 2010

Mundus est fabula

Al comienzo, como para el niño en su primera pantomima, la obra es la cosa; de modo que un auditorio humano no puede nunca superar esa ilusión inicial puesto que este mundo es un teatro que nadie puede visitar dos veces. Si pudiéramos hacernos asiduos, ser veteranos aficionados al teatro durante los mundos sucesivos, llegaríamos a ser más perspicaces; disfrutaríamos las representaciones, en general, igual o, quizá, un poco más, pero de modo menos sofocado. Veríamos más y creeríamos menos. El Placer de ver es uno y el placer de creer es otro bien distinto; el primero libera los sentidos e inunda de luz el presente; el segundo dirige la conducta y alivia nuestra ansiedad respecto al pasado y al futuro. Cuando el espectador cae en la cuenta de su destino tanto como de la belleza, su sensibilidad se hace trágica, se convierte en inteligencia. Cada imagen es vista entonces como signo de la situación completa que la ha generado o que ella anuncia. La imagen dada expresa, para la inteligencia, un hecho problemático; de modo que la inteligencia inventa formas gramaticales y categorías lógicas variadas con las que describir su enemigo oculto o su fascinante presa. Tan espontáneo y dogmático es el intelecto en su interpretación de la escena que juzga sin vacilar que el objeto concebido (por muy abstractamente que sea esbozado) es, por decirlo así, la cosa real: sólo él trabaja y actúa, mientras que la imagen dada es o bien ignorada completamente o bien desdeñada como una simple palabra o un fantasma de los sentidos, apropiado sólo para que los tontos se paren a contemplarlo. Y es muy cierto, a pesar de todos los esfuerzos que el empirismo haga para negarlo, que toda figura que cruza el escenario de la aprehensión es un símbolo, o puede llegar a ser un símbolo; todas ellas tienen un motivo y surgen de alguna profunda conmoción del mundo material. [...] Vergüenza del impío egotismo que lo niegue y que para ahorrarse la tensión de la fe y el esfuerzo de la comprensión, pretenda encontrar en la experiencia nada más que un tapiz indefinido, un paisaje sin sustancia. A su invisible sustancia el espectáculo le debe no sólo su existencia sino su significado, puesto que nuestro interés por la escena enraíza en una vida oculta dentro de nosotros, del mismo modo que los cambios y los colores del decorado enraízan en los trucos del escenario. En cualquier caso, las raíces de las cosas están apropiada y decentemente ocultas bajo tierra y es tan pueril estar siempre arrancándolas, para estar seguro de que existen, como lo es negar su existencia.[...] Las hermosas máscaras, como las flores, como el ocaso, como las melodías, retorcidas sobre cerebros preocupados y sujetas con alambres, cubren apropiadamente para nosotros la faz anatómica de la naturaleza; y las palabras y los dogmas son otras tantas máscaras tras las cuales podemos, también, aventurar el escenario; porque es la vida la que da expresión a la vida, al transformar movimientos difusos en claras imágenes. ¡Qué ciego es el celo de los iconoclastas y qué profundamente hostil al impulso religioso! Arrojan su desprecio sobre ojos que no ven y bocas que no pueden hablar; desdeñan una obra de arte o de pensamiento por estar acabada e inmóvil; como si las imágenes de la retina fueran menos ídolos que las del escultor y como si las palabras, las de todas las cosas, no fueran signos convencionales, grotescas falsificaciones, mensajes muertos, como hojas caídas, del alma muda. ¿Por qué habría de menospreciar un arte el lenguaje figurativo de otro arte?


George Santayana (1863 Madrid-Roma 1952), “El mundo, un escenario” (1922) en Soliloquios en Inglaterra y soliloquios posteriores, editorial Trotta, 2009.

1 comentario:

Cristina dijo...

Por lo que he leído,el texto explica un pensamiento que encuentra la realidad como algo artístico.Aparece el concepto de que mundo es arte y, por lo tanto todas las acciones humanas pueden ser plasmadas en una obra artística, así como las creencias y sentimientos.

También se denuncia los comportamientos iconoclastas, que desechan las imágenes religiosas por el simple hecho de ser religiosas, negándole así un respeto al artista que la ha creado.

Al inicio del texto explica el significado del placer, compuesto de lo que uno ve y lo que cree. Ambos, son dependientes el uno del otro para conseguir crear un atisbo de inteligencia. Cada comportamiento, cada imagen es vista como una situación completa, formada por el objeto en cuestión y la imagen dada por esta situación. De forma que la inteligencia crea el lenguaje para explicarla.
El intelecto tiene una definición predicha para explicar cada escena, dando mayor importancia al objeto y despreciando la imagen dada, reservada a unos pocos que se paran a observarla. Denuncia a aquellos que menosprecian el arte, porque no comparte su ideología.
Esta es una actitud que se ha dado a lo largo de la historia, no solo en la religión. Los antiguos pueblos han invadido a otros, aplastando su cultura porque no era compartida, viéndolas solo desde una perspectiva. Lo ideal seria valorar las demás culturas, desde el respeto, para así tener una sociedad rica.

La vida, tiene sentido gracias a la expresión, mediante la cual una persona puede expresar sus sentimientos personales y compartirlos. Pero este arte siempre estará relacionado con la vida en si, ya que el arte es el reflejo de la propia vida.

Como en la obra de Descartes, "Mundus est fabula" ( El mundo es rumor), que interpreta al mundo como la vida de cada persona, que como individuos normales podremos formar parte y disfrutar cada representación de su realidad.


(?)

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