Los alumnos y monitores de la quinta edición de MurArt han pintado, usando la técnica del "graffiti", las paredes del Centro de Menores “Els Estels” de Alicante - centro dependiente de la Conselleria de Benestar Social, ubicado en la calle General Pintos, 21- con motivos del fantástico mundo que Lewis Carroll creó para Alicia.
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A Alicia el espectáculo del Rey durmiendo no le resultaba en absoluto conmovedor. Llevaba el buen señor un gorro de dormir rojo, con una borla en la punta y estaba acurrucado en el suelo, en una especie de montón informe, roncando a pierna suelta.
-¡Ronca como un santo varón! - sentenció Tarará.
-Si sigue ahí tumbado en la hierba húmeda, va a coger un buen resfriado -dijo Alicia, que era una niña muy sensata.
-Ahora está soñando -dijo Tararí. ¿A qué no sabes lo que sueña?
-¡Vete a saber! -dijo Alicia. ¡Eso no lo podría adivinar nadie!.
-¡Pues está soñando contigo! -dijo Tararí, palmoteando con gesto triunfal. Y si dejara de soñarte, ¿dónde te crees que estarías?
-Estaría donde estoy ahora -le dijo Alicia. ¿Dónde iba a estar?
-¡Que te crees tú eso! No estarías en ninguna parte -replicó desdeñosamente Tararí. ¡Tú no eres más que una especie de cosa en el sueño del Rey!
-Si ahora el Rey se despertara -continuó Tarará-, tú te esfumarías como se esfuma una vela cuando se acaba la mecha.
-¡No es verdad! -exclamó Alicia, indignada. Y además, si yo no soy más que una especie de cosa en el sueño del Rey..., ¡me gustaría saber lo que son ustedes!
-¡Lo mismo! -dijo Tarará.
-¡Lo mismo, lo mismo! -le jaleó Tararí.
Armaban tanto ruido, que Alicia se vio en la obligación de llamarles la atención.
-¡Cállense! Van a despertar al Rey si hacen tanto ruido...
-¿Cómo quieres despertar al Rey -arguyó Tarará- si no eres más que parte de su sueño? De sobra sabes que no eres real.
-¡Soy real! -decía la pobre Alicia, derramando abundantes lágrimas.
-¡No serás real por más que llores! -le dijo Tararí. Y no hay razón alguna para llorar.
-Si no fuera real -decía Alicia, que no sabía si reír o llorar, tan ridícula le parecía aquella conversación-, no podría llorar.
-Pero ¿es que acaso piensas -le dijo Tarará con gran sarcasmo- que esas lágrimas tuyas son reales?
“Sé que están diciendo tonterías -razonó Alicia para sus adentros-, así que no vale la pena que me acalore.”
De modo que, enjugándose las lágrimas, y en un tono más desenfadado, reanudó la conversación:
-Se me está haciendo tarde y debería salir del bosque antes de que oscurezca... ¿Piensan que va a llover?
Tarará sacó un gran paraguas y se metió debajo con su hermano, y entonces, mirando hacia arriba, respondió:
-No lo creo... No creo que llueva aquí debajo. ¡No, señor!
-Pero puede llover fuera..., ¿no es así?
-Puede... si se le antoja -dijo Tararí. A nosotros ni nos va ni nos viene, sino ¡todo lo contrario!
“Egoístas, más que egoístas!”, pensaba Alicia.
-¡Ronca como un santo varón! - sentenció Tarará.
-Si sigue ahí tumbado en la hierba húmeda, va a coger un buen resfriado -dijo Alicia, que era una niña muy sensata.
-Ahora está soñando -dijo Tararí. ¿A qué no sabes lo que sueña?
-¡Vete a saber! -dijo Alicia. ¡Eso no lo podría adivinar nadie!.
-¡Pues está soñando contigo! -dijo Tararí, palmoteando con gesto triunfal. Y si dejara de soñarte, ¿dónde te crees que estarías?
-Estaría donde estoy ahora -le dijo Alicia. ¿Dónde iba a estar?
-¡Que te crees tú eso! No estarías en ninguna parte -replicó desdeñosamente Tararí. ¡Tú no eres más que una especie de cosa en el sueño del Rey!
-Si ahora el Rey se despertara -continuó Tarará-, tú te esfumarías como se esfuma una vela cuando se acaba la mecha.
-¡No es verdad! -exclamó Alicia, indignada. Y además, si yo no soy más que una especie de cosa en el sueño del Rey..., ¡me gustaría saber lo que son ustedes!
-¡Lo mismo! -dijo Tarará.
-¡Lo mismo, lo mismo! -le jaleó Tararí.
Armaban tanto ruido, que Alicia se vio en la obligación de llamarles la atención.
-¡Cállense! Van a despertar al Rey si hacen tanto ruido...
-¿Cómo quieres despertar al Rey -arguyó Tarará- si no eres más que parte de su sueño? De sobra sabes que no eres real.
-¡Soy real! -decía la pobre Alicia, derramando abundantes lágrimas.
-¡No serás real por más que llores! -le dijo Tararí. Y no hay razón alguna para llorar.
-Si no fuera real -decía Alicia, que no sabía si reír o llorar, tan ridícula le parecía aquella conversación-, no podría llorar.
-Pero ¿es que acaso piensas -le dijo Tarará con gran sarcasmo- que esas lágrimas tuyas son reales?
“Sé que están diciendo tonterías -razonó Alicia para sus adentros-, así que no vale la pena que me acalore.”
De modo que, enjugándose las lágrimas, y en un tono más desenfadado, reanudó la conversación:
-Se me está haciendo tarde y debería salir del bosque antes de que oscurezca... ¿Piensan que va a llover?
Tarará sacó un gran paraguas y se metió debajo con su hermano, y entonces, mirando hacia arriba, respondió:
-No lo creo... No creo que llueva aquí debajo. ¡No, señor!
-Pero puede llover fuera..., ¿no es así?
-Puede... si se le antoja -dijo Tararí. A nosotros ni nos va ni nos viene, sino ¡todo lo contrario!
“Egoístas, más que egoístas!”, pensaba Alicia.
Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, a través del espejo, editorial Cátedra (edición anotada de Manuel Garrido).